A un olmo seco - Antonio Machado
Al
olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con
las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le
han salido.
¡El
olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo
amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco
carcomido y polvoriento.
No
será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la
ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército
de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus
entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes
que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el
carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de
carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar,
mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un
camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el
soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te
empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi
cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón
espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro
de la primavera.